SALA-TEATRO JOSÉ JOAQUÍN PALMA, UN EXPONENTE DEL PATRIMONIO BAYAMÉS

Por: Liutmila Báez García

Un bien cultural inmueble es aquel que no puede ser trasladado de un lugar a otro sin alterar en algún modo su forma o sustancia, concepto del cual deriva el de construcción que alude a toda obra arquitectónica, ingenieril o escultórica construida, clasificándose por su uso original como civil, doméstica, militar, industrial, religiosa y ornamental-conmemorativa. Su carácter patrimonial está dado por su autenticidad y la integridad de los atributos en los que se sustentan sus valores, los cuales pueden ser de tipo histórico, artístico, científico, ambiental y social. [1]

La ciudad de Bayamo conserva junto a edificaciones de estilo Ecléctico, Art Decó, Racionalista y contemporáneo, exponentes de la época colonial, destacando aquellas que sobrevivieron a la gloriosa quema del 12 de enero de 1869, muchas de la cuales han modificado la función social con la que surgieron. Dentro del entramado urbano llama la atención, debido a sus cualidades estéticas, la Sala- Teatro José Joaquín Palma, inmueble del siglo XVIII concebido originalmente como institución religiosa. Trasladada desde su asiento primitivo por el alcalde Juan de Estrada Tovar se instala la Iglesia de Nuestra Señora de la Luz, constituyendo la última de las doce iglesias levantadas en la villa. Tras la quema de la ciudad ofició como Parroquial Mayor hasta 1919, año en el que se reconstruye la Iglesia San Salvador.[2]

Al constituir una de las pocas edificaciones que se mantuvieron en pie ante la tea incendiaria, testigo de tan memorable acontecimiento, posee un alto valor histórico, que también se sustenta con su devenir como institución eclesiástica.

Luego de ser estación de bomberos, almacén de tabacos y mantenerse por largo tiempo tras la penumbra del abandono, se decide transformar en teatro. La remodelación es asumida por Walter Betancourt Fernández (1932- 1978), destacado arquitecto norteamericano que desarrolló en el Oriente de la Isla importantes obras que se erigen en referentes de la arquitectura postmoderna. Su valor artístico radica en la habilidad e ingenio de Betancourt al mantener los antiguos elementos del templo e incorporar armónicamente otros nuevos. Las fachadas lisas, los arcos pétreos de medio punto, el techo de alfaraje con cubierta de tejas criollas y las portadas de estilo neoclásico fueron conservados, encontrando soluciones estructurales y de diseño que permitieron añadir ladrillos a cara vista, decoraciones con motivos geométricos, balcones voladizos con pies derechos y celosías que enriquecen su imagen, lográndose una armonía entre las formas que lo convierten en un exponente único.

Este inmueble destaca como expresión de la época en la que surgió, transmitiendo el espíritu de una sociedad de fuertes creencias religiosas, pero también, de un reconocimiento digno por su cultura y educación. A sus pies se encuentra la Plaza de La Luz y muy cerca la barranca del mismo nombre, sitio por donde entró la tropa liderada por Pedro Figueredo el 18 de octubre de 1868.

Desde su inauguración en 1980 como sala-teatro, ha contribuido al desarrollo cultural de los ciudadanos siendo escenario de diversas representaciones. Es hoy, la Sala-Teatro José Joaquín Palma un exponente de altos valores patrimoniales, en la que elementos arquitectónicos antiguos y modernos se integran en una perfecta comunión, dotándola de personalidad propia.  Reconocido por muchos como uno de los máximos representantes del naturalismo orgánico, Walter Betancourt le añadió a la otrora Iglesia de La Luz elementos que enaltecieron una arquitectura cubana de influencia morisca y resaltó los valores de un inmueble cuya historia data del Siglo de las Luces.

 

Fachada de la Iglesia de La Luz, primera mitad del siglo XX.
Sala-Teatro José Joaquín Palma en la actualidad

BIBLIOGRAFÍA

[1] Gaceta Oficial de la República de Cuba, No. 84, Edición Ordinaria, de 7 de septiembre de 2023, Año XXI,  «Ley General de Protección al Patrimonio Cultural y Patrimonio Natural» (Ley 155), pp. 1976-1978.

[2] José Carbonell Alard: Bienvenidos a Bayamo, Editorial Juan Marnello, La, Habana, 1997, p. 7.